Arte Barroco
Angélica Porras Pimentel
El barroco fue un periodo de la historia en la cultura occidental que
produjo obras en el campo de la literatura, la escultura, la pintura, la arquitectura,
la danza y la música, y que abarca desde el año 1600 hasta el año 1750
aproximadamente. Se suele situar entre el Renacimiento y el Neoclásico, en una
época en la cual la Iglesia católica europea tuvo que reaccionar contra muchos
movimientos revolucionarios culturales que produjeron una nueva ciencia y una religión
disidente dentro del propio catolicismo dominante: la Reforma Protestante.
Como estilo artístico el barroco surgió a principios del siglo XVII y de
Italia se irradió hacia la mayor parte de Europa. Durante mucho tiempo (siglos XVIII
y XIX) el término barroco tuvo un sentido peyorativo, con el significado
de recargado, desmesurado e irracional, hasta que posteriormente fue
revalorizado a fines de siglo XIX por Jacob Burckhardt y luego por Benedetto
Croce y Eugenio d'Ors.
La palabra barroco fue inventada por críticos posteriores, más
que por los practicantes de las artes en el siglo XVII y principios de siglo
XVIII, es decir, los artistas que plasmaban dicho estilo. Proviene de la
palabra portuguesa "barroco" (en español sería "barrueco"),
que significa "perla de forma irregular", o "joya falsa".
Una palabra antigua similar, "barlocco" o "brillocco",
es usada en el dialecto romano con el mismo sentido. También se le llama
"barro-coco" (ver: rococó). Todas ellas significan lo mismo. Otra
interpretación lo deriva del sustantivo "Baroco", usado en
tono sarcástico y polémico para indicar un modo de razonar artificioso y
pedante. En ambos casos el término expresa el concepto de artificio confuso e
impuro, de engaño, de capricho de la naturaleza, de extravagancia del
pensamiento.
El término "barroco" fue después usado con un sentido
despectivo, para subrayar el exceso de énfasis y abundancia de ornamentación, a
diferencia de la racionalidad más clara y sobria de la Ilustración (siglo XVIII
). Fue finalmente rehabilitado en 1888 por el historiador alemán de arte Heinrich
Wölfflin (1864-1945), quien identificó al Barroco como oponente al Renacimiento
y como una clase diferente dentro del arte "elaborado".
El Barroco realmente expresó nuevos valores; en literatura es abundante
el uso de la metáfora y la alegoría. Representa un estado de ánimo diferente,
más cerca del romanticismo que del renacimiento, aun cuando es un movimiento
que nace al mismo tiempo que este último en algunos países.
El dolor psicológico del hombre, en busca de anclajes sólidos, se puede
encontrar en el arte barroco en general. El virtuosismo fue investigado por los
artistas de esta época junto con el realismo. La fantasía y la imaginación
fueron evocados en el espectador, en el lector, en el oyente. Todo fue enfocado
alrededor del Hombre individual, como una relación directa entre el artista y
su cliente. El arte se hace entonces menos distante de las personas,
solucionando el vacío cultural que solía guardar.
Cada una de las Bellas Artes tiene representantes en este movimiento
cultural:
- En música sobresalen Antonio Vivaldi, Johann Sebastian Bach y Georg
Friedrich Händel
- En literatura española se encuentran Luis de Góngora y Francisco de
Quevedo y Villegas. En la literatura americana en español destaca
principalmente Sor Juana Inés de la Cruz.
- En pintura italiana están Pietro da Cortona, Caravaggio, y los Carracci.
Uno de los estilos que más se practicaron en esta época era el tenebrismo,
en el que se jugaban básicamente con sombras y tonos oscuros como el
marrón y el negro, contrastando a veces con tonos muy claros como el
blanco. Un buen ejemplo de ello es el cuadro llamado "el caballero de
la mano en el pecho".
- En la escultura italiana el exponente más célebre del barroco es Bernini.
En la escultura novohispana, destacó Jerónimo de Balbás.
- En la arquitectura Bernini y Borromini.
Tras la mesura del Renacimiento y el retorcimiento estético del
manierismo, en la Roma de los Papas se advierte la necesidad de un arte nuevo.
La independencia de las repúblicas italianas no es la de antaño, tras dos
siglos de pugnas entre las potencias europeas por controlar su floreciente
mercado centrado en el Mediterráneo. Por otro lado, el descubrimiento de
América desplaza el polo económico hacia el Atlántico, cuyas rutas son
dominadas por españoles, portugueses e ingleses. Esto provoca que las
repúblicas italianas se reagrupen bajo un poder más fuerte y las que no caen
bajo control extranjero (España y Francia) se someten a la influencia
mayoritaria de Roma, más concretamente de los Estados Vaticanos, al más puro
estilo de una teocracia que logra su máximo esplendor a mediados del Siglo XV.
Pero la corrupción se estaba introduciendo, y para mejorar el ejercicio
de este gobierno, las altas esferas eclesiásticas dominantes en Roma tuvieron
que depurar su cúpula. Voces de descontento ya había desde hacía cincuenta
años, y la Iglesia Católica se vio escindida por la Reforma luterana, cuyos
teólogos, Juan Calvino, Ulrico Zuinglio y otros personajes, la acusaron de nepotismo
y simonía. La necesidad de reformar las estructuras del mundo católico es lo
que conduce al Concilio de Trento y a la mal llamada Contrarreforma, en
realidad, una Reforma católica, que no va contra algo sino en busca de una
adaptación a los nuevos tiempos.
La traducción de este estado de cosas sobre el arte trae importantes
consecuencias desde el primer momento. Los teólogos reunidos en el concilio,
mayoritariamente españoles, proclaman ciertos dogmas que han de ser
representados dignamente por los artistas al servicio de la Iglesia: la
virginidad de María, el misterio de la Trinidad, entre otros, pasan a
protagonizar los lienzos. La Iglesia, antes que las monarquías absolutistas que
posteriormente ejercieron un poder paralelo al Vaticano, fue la primera en
comprender el poder ilimitado del arte como vehículo de propaganda y control
ideológico. Por esta razón contrata grandes cantidades de artistas, reclutando
por supuesto a los mejores, pero también a muchos de segunda fila que aumentan
los niveles de producción para satisfacer las demandas de la gran base de
fieles.
Se exige a todos los artistas que se alejen de las elaboraciones sofisticadas y de los misterios teológicos, para llevar a cabo un arte sencillo, directo, fácil de leer, que cualquier fiel que se aproxime a una iglesia pueda comprender de inmediato. Los personajes han de ser cercanos al pueblo: los santos dejan de vestir como cortesanos para aparecer casi como pordioseros, con rostros vulgares. El énfasis de la acción ha de colocarse sobre el dramatismo: la consigna fue ganar al fiel a través de la emoción. Las escenas se vuelven dinámicas, lejos del hieratismo intemporal de los estilos anteriores. Las composiciones se complican para ofrecer variedad y colorido. Las luces, los colores, las sombras se multiplican y ofrecen una imagen vistosa y atrayente de la religión y sus protagonistas. Fuera del patrocinio de la Iglesia, los mecenas privados se multiplican: el afán de coleccionismo incita a los pintores a llevar a cabo una producción de pequeño o mediano formato para aumentar los gabinetes de curiosidades de ricos comerciantes y alta nobleza.
Se exige a todos los artistas que se alejen de las elaboraciones sofisticadas y de los misterios teológicos, para llevar a cabo un arte sencillo, directo, fácil de leer, que cualquier fiel que se aproxime a una iglesia pueda comprender de inmediato. Los personajes han de ser cercanos al pueblo: los santos dejan de vestir como cortesanos para aparecer casi como pordioseros, con rostros vulgares. El énfasis de la acción ha de colocarse sobre el dramatismo: la consigna fue ganar al fiel a través de la emoción. Las escenas se vuelven dinámicas, lejos del hieratismo intemporal de los estilos anteriores. Las composiciones se complican para ofrecer variedad y colorido. Las luces, los colores, las sombras se multiplican y ofrecen una imagen vistosa y atrayente de la religión y sus protagonistas. Fuera del patrocinio de la Iglesia, los mecenas privados se multiplican: el afán de coleccionismo incita a los pintores a llevar a cabo una producción de pequeño o mediano formato para aumentar los gabinetes de curiosidades de ricos comerciantes y alta nobleza.
En la época de los filósofos Descartes, el arte se colecciona como los
objetos científicos o los exóticos bienes importados de las Indias y América.
La secularización de esta época propició que se revalorizaran géneros profanos,
como el bodegón o el paisaje, que empieza a cobrar una autonomía inusitada. Las
complejas composiciones del Barroco, la diversidad de focos de luz, la
abundancia de elementos, todo, puede aplicarse perfectamente a un paisaje, tal
y como puede verse en la Recepción del Embajador Imperial en el Palacio Ducal
de Canaletto. El Barroco como estilo general es tan sólo una intención de base.
Las formas que adopte en la praxis serán tan variadas como se pueda imaginar.
Sin embargo, dos polos predominan, agrupados en torno a dos grandes figuras
rivales en la época: Michelangelo Merisi da Caravaggio, que aglutina a los
pintores del naturalismo tenebrista; y Annibale Carracci, que trabaja con su
hermano y con su primo en un estilo clasicista.
Arquitectura
La arquitectura barroca se desarrolla desde el principio del
siglo XVII hasta dos tercios del siglo XVIII. En esta última etapa se denomina
estilo rococó. Se manifiesta en casi todos los países europeos y en lo que eran
por aquel entonces los territorios de España y Portugal en América, hoy países
independientes. El barroco se da también en otras artes, como Música,
Literatura, Pintura y Escultura. El interés que sustenta la arquitectura es el
de hacer marketing y urbanizar. Juega un papel muy importante, un ejemplo de
ello, sin irnos más lejos, la plaza Mayor de Madrid. Sigue una armonía y su
monumentalidad crea un ambiente propicio de una ciudad rica, justamente la
pretensión de los artistas barrocos. Hace falta aclarar que el paradigma de
este estilo se halla en la megalomanía de Luis XIV, con las reconstrucciones de
Versalles.
Los materiales propicios de construcción en la arquitectura barroca son
los materiales pobres sin ningún valor aun así viendo la sensación de
monumentalidad y majestuosidad sinuosa de la arquitectura barroca. Se juega un
poco con la falsedad, aunque eso no quiere decir que no se emplearan materiales
ricos. De hecho surgieron las Manufacturas reales donde se manufacturaron
productos de calidad como el vidrio de carrá, las alfombras pérsicas, las
cerámicas u otros. Los elementos constructivos no presentan ninguna novedad, ya
que siguen los órdenes clásicos del Renacimiento; la diferencia es que en el
Barroco se contraponen elementos arquitectónicos utilizándolos con cierta
libertad e individualidad. No se pierde la armonía sino la perspectiva
renacentista, que abarca el espacio del espectador. La grandiosidad es una
cualidad típica Barroca que está claramente reflejada en la Plaza de San Pedro.
De hecho, al situarse justamente en la entrada de la plaza se puede observar la
altitud del obelisco, pero al adentrarse en dirección a la basílica de San
Pedro aparecen las inesperadas columnatas que rodean el perímetro de la Plaza.
Los arcos se utilizan de formas variadas y las cúpulas son el elemento por
excelencia del arte Barroco.
altar barroco
Catedral de Santiago de Compostella (España)
Éxtasis de Santa Teresa, Bernini.
Cúpula de la
Basílica de San Pedro de Roma.
Contrariamente
a las teorías según las cuales el movimiento barroco surgió a partir del
Manierismo, fue el Renacimiento tardío el movimiento que acabó desencadenando
en último término el Barroco. De hecho, la arquitectura manierista no fue
suficientemente revolucionaria para evolucionar radicalmente, en un sentido
espacial y no sólo superficial, a partir de los estilos de la antigüedad a los
nuevos fines populares y retóricos de la época del contrarreformismo.
Ya en
el siglo XVI, Miguel Ángel Buonarroti había anunciado el Barroco de una forma
colosal y masiva en la cúpula de la Basílica de San Pedro de Roma, así como las
alteraciones en las proporciones y las tensiones de los órdenes clásicos
expresados en la escalera de acceso a la Biblioteca Laurenciana de Florencia,
del mismo autor, y la enorme cornisa añadida al Palacio Farnese. Estas
intervenciones habían suscitado diversos comentarios en su época por su brusca
alteración de las proporciones clásicas canónicas. No obstante, en otras obras
Miguel Ángel había cedido a la influencia manierista, por lo que fue sólo tras
el fin del Manierismo cuando se redescubrió a Miguel Ángel como el padre del
Barroco.
El
nuevo estilo se desarrolló en Roma, y alcanzó su momento álgido entre 1630 y
1670; a partir de entonces el Barroco se extendió por el resto de Italia y de
Europa, mientras que en el siglo XVIII Roma volvió de nuevo al Clasicismo
siguiendo el ejemplo de París.
La
influencia del Barroco no se limitó al siglo XVII; a principios del siglo XVIII
se desarrolló el estilo denominado Rococó, que no siendo una pura continuación
del primero podría ser considerado como la última fase del Barroco.
Plaza de San Pedro. ejemplo de plaza barroca
En
1585 el Papa Sixto V inició las obras para la transformación urbana de Roma,
encargando a Domenico Fontana la conexión entre los principales edificios
religiosos de la ciudad por medio de grandes ejes viarios rectilíneos. El
proyecto, que se basaba en la ratificación de Roma como ciudad santa,
estableció el precedente para las intervenciones que se habrían de llevar a
cabo en diversas ciudades europeas.
A la
planificación centralizada de la ciudad ideal renacentista se contrapone la
visión de la ciudad capital barroca, más dinámica y abierta a sus
propios límites, y al mismo tiempo punto de referencia para todo el territorio.
En Roma, los centros focales del panorama urbano se subrayaron mediante la
colocación de antiguos obeliscos egipcios y altas cúpulas, mientras que en
París los nodos del sistema viario se definieron por medio de plazas
simétricas, en cuyo centro se colocaba la estatua del soberano.
En
líneas generales, la plaza barroca cedió su función tradicional cívica y
pública para convertirse en un medio de exaltación de la ideología religiosa o
política, como en el caso de las plazas reales francesas (la Plaza de
los Vosgos o la Plaza Vendôme, por ejemplo) o de la Plaza de San Pedro de Roma.
Fachada de Il
Gesù, considerada la primera iglesia con elementos del Barroco.
Entre
las iglesias, el punto de partida de la arquitectura barroco puede considerarse
la Iglesia del Gesù de Roma, construida a partir de 1568 según el proyecto de
Vignola. el edificio, que representa una síntesis entre la arquitectura
renacentista, manierista y barroca, satisfacía plenamente las nuevas exigencias
surgidas tras la Contrarreforma: la disposición longitudinal de la planta permitía
acoger al mayor número de fieles, mientras que la planta de cruz latina con
numerosas capillas laterales suponía un retorno a la tradición del Concilio de
Trento.
Por
otro lado, la presencia de una cúpula subrayaba la centralidad del espacio
hacia el fondo de la nave, y presagiaba la búsqueda de una integración entre el
esquema longitudinal y el centralizado. También la fachada, construida según el
proyecto de Giacomo della Porta, anticipaba los elementos más marcadamente
barrocos, comparables a los de los alzados de Santa Susana y San Andrés del
Valle.
De
este modelo derivaron una serie de iglesias de planta longitudinal centralizada
o planta central alargada, caracterizadas por el eje longitudinal y por la
presencia de un elemento catalizador de la composición, generalmente una
cúpula.
En la
arquitectura civil del momento se puede distinguir entre dos tipos de
construcciones nobles: el palacio, situado generalmente en el interior de la
ciudad, y la villa del campo.
El
palacio italiano y sus derivados europeos permanecieron fieles a la tipología
residencial desarrollada durante el Renacimiento, con un cuerpo edificado
cerrado en torno a un patio interno. Se dotó a las fachadas principales de
cuerpos centrales resaltados y decorados mediante el uso de órdenes gigantes,
que ya habían sido anticipados por Palladio. Se extendieron los ejes de
simetría al interior del edificio, donde se abrían el vestíbulo y el patio
interno; por ejemplo, el eje longitudinal introducido en el Palacio Barberini
de Roma contribuía a la definición de la planta y subrayaba la conexión con el
exterior del edificio. Por otro lado, este palacio constituyó un punto
importante del desarrollo de la tipología residencial palaciega italiana: la
planta se constituía en forma de H, y la entrada se producía mediante un
profundo atrio que iba haciéndose más estrecho sucesivamente, hasta llegar a
una sala elíptica que servía de centro nodal al palacio entero.
Palacio del
Luxemburgo en París.
La
ciudad del barroco se ve como la imagen de su gobernante, cuya importancia se
mide por su tamaño y por el número de sus habitantes.
En las
cortes más poderosas de Europa, la estructura urbana intentará ostentosamente
asentar los valores y la estructura política creada por los dirigentes.
La
ciudad se va a estructurar en torno a un centro, como el poder absoluto tiene
como centro el Rey, al que confluyen grandes vías, rectas de amplias
perspectivas. Las plazas serán uno de los grandes elementos, reflejo y símbolo
del poder civil o religioso, entendidas como escenarios de fiestas y
representación.
América
recibió los conceptos urbanísticos renacentistas primero y barrocos posteriormente,
a lo largo de la extensiva urbanización que los colonizadores europeos llevaron
a cabo durante los siglos XVI a XIX.
Rembrandt
van Rijn, La ronda de noche
La pintura barroca es la pintura relacionada con el movimiento
cultural barroco. El movimiento a menudo se le identifica con el absolutismo,
la Contrarreforma y el renacimiento católico, pero la existencia de importante arte y
arquitectura barrocos en países no absolutistas y protestantes por toda Europa
Occidental evidencian su amplia popularidad.
La pintura adquirió un papel prioritario dentro de las manifestaciones
artísticas, y llegó a ser la expresión más característica del peso de la
religión en los países católicos y del gusto burgués en los países
protestantes.
La mejor y más importante pintura durante el período que comienza
alrededor del año 1600 y continúa a lo largo de todo el siglo XVII, y a principios
del siglo XVIII se identifica hoy como pintura barroca. El arte barroco se
caracteriza por el realismo, los colores ricos e intensos, y fuertes luces y
sombras. En oposición al arte renacentista, que normalmente mostraba el momento
anterior a ocurrir cualquier acontecimiento, los artistas barrocos elegían el
punto más dramático, el momento en que la acción estaba ocurriendo: Miguel
Ángel, que trabajó durante el Alto Renacimiento, muestra a su David compuesto y
quieto antes de luchar contra Goliat; el David barroco de Bernini es captado en
el acto de lanzar la piedra contra el gigante. El arte barroco pretendía evocar
la emoción y la pasión en lugar de la tranquila racionalidad que había sido
apreciada durante el Renacimiento.
Entre los más grandes pintores del período barroco se encuentran
Caravaggio, Rembrandt, Rubens, Velázquez,
Poussin, y Vermeer. Caravaggio es heredero de la pintura humanista del
Alto Renacimiento. Su enfoque realista de la figura humana, pintada
directamente del natural e iluminada dramáticamente contra un fondo oscuro,
sorprendió a sus contemporáneos y abrió un nuevo capítulo en la historia de la
pintura. La pintura barroca a menudo dramatiza las escenas usando los efectos
lumínicos del claroscuro; esto puede verse en obras de Rembrandt, Vermeer, Le
Nain y La Tour. El pintor flamenco Antón Van Dyck desarrolló un estilo de
retrato cortesano, con gracia, que influyó mucho, especialmente en Inglaterra.
La prosperidad de la Holanda del siglo XVII llevó a una enorme producción
artística por gran número de pintores altamente especializados, que sólo
pintaban el género al que se dedicaban: escenas de género, paisajes, bodegones,
retratos o pintura de historia. Los estándares técnicos eran muy altos, y la
Edad de Oro holandesa estableció un nuevo repertorio de temas que fueron muy
influyentes hasta la llegada del Modernismo.
Cena
en Emaús,
pintado en 1601 por Caravaggio
Se desarrollan nuevos géneros como los bodegones, paisajes, retratos,
Vanitas, cuadros de género o costumbristas, así como se enriquece la
iconografía de temas religiosos. Existe una tendencia y una búsqueda del
realismo que se conjuga con lo teatral y lo efectista.
El color, la luz y el movimiento, son los elementos que definen la forma
pictórica. El color predomina sobre la línea. Incluso, los efectos de
profundidad, perspectiva y volumen se consiguen más con los contrastes de luz y
de tonalidades del color que con las líneas nítidas y definidas del dibujo. La
luz se convierte en un elemento fundamental en la pintura barroca. La luz
dibuja o difumina los contornos, define también el ambiente, la atmósfera del
cuadro, y matiza los colores. La utilización de la técnica del claroscuro llega
a la perfección gracias a muchos pintores del Barroco.
Se pretende transmitir sensación de movimiento. Las composiciones se
complican, se adoptan perspectivas insólitas y los volúmenes se distribuyen de
manera asimétrica. Mientras que la dinámica del espacio, la visión de las
escenas en profundidad, la estructuración de las composiciones mediante
diagonales y la distribución de manchas de luz y de color, configuran el
espacio como algo dinámico, donde contornos se diluyen y las figuras pierden
relevancia frente a la unidad de la escena.
Se produce en esta época un dominio absoluto de la técnica pictórica,
tanto en la pintura al óleo sobre lienzo como en la pintura al fresco. Ello
permite alcanzar un gran realismo en la representación pictórica. Se logra la
imitación de la realidad teorizada por los renacentistas pero sin la idealización
y concepción propias del siglo anterior.
El dominio de la técnica, que logra representar con gran fidelidad la
realidad, hace que se intente en ocasiones engañar al espectador por medio de
trampantojos. El pintor barroco gusta de perspectivas ilusionistas,
especialmente en las Bóveda, que se intentan «romper» visualmente, mediante la
representación del cielo y la sugerencia del infinito, recurso pictórico que ya
había utilizado Mantegna en la Habitación de los esposos del siglo XV, o
Correggio en sus frescos de Parma. Estas decoraciones ilusionistas proliferaron
en toda la segunda mitad del siglo y se prolongaron más allá, en el Rococó, en
grandes palacios de toda Europa, reforzando el engaño no ya sólo con elementos
pictóricos sino reforzándolo mediante el uso de estucos y dorados.
La pintura italiana de la época trata de romper con las formas del
manierismo, ya mal vistas. Los encargados fueron dos bandos bien diferenciados;
por un lado el pintor Caravaggio, y por el otro lado los hermanos Carracci
(Ludovico, Agostino y Annibale).
El naturalismo, del que Caravaggio es el mejor representante, trata
temas de la vida cotidiana, con imágenes tétricas usando efectos de luz. Los
claroscuros procuran dar intensidad y viveza. Se rehúyen de los ideales de
belleza, mostrando la realidad tal como es, sin artificios. Una buena parte de
los pintores de la época cultivaron el Caravaggismo
Por otra parte, los Carracci forman el llamado clasicismo. Los temas a
plasmar son inspirados de la cultura greco-latina, con seres mitológicos. Los
autores del siglo XVI, como Rafael y Miguel Ángel, son fuertes influencias. El
color es suave, al igual que la luz, y se pintan frescos en techos.
Ambas tendencias dejaron secuela y sirvieron para renovar los escenarios
pictóricos. La presencia de Rubens, otro genio del barroco, en Génova, se ve
reflejada en las obras del lugar.
Pintura barroca en Francia
En Francia, el manierismo se ve influenciado por el barroco. La pintura
es clasicista y se usa para decorar palacios, con un estilo sobrio y
equilibrado. Se pintan retratos y se tratan temas mitológicos.
Su autor más destacado es Nicolas Poussin, quien estuvo claramente
influenciado por las corrientes italianas, tras su visita a Roma. Buscó la
inspiración en las culturas grecorromanas. Otros artistas fueron Georges de La
Tour y Philippe de Champaigne.
No obstante, el barroco en Francia fue algo más que una influencia,
transformándose después en el rococó.
Pintura barroca en España
Detalle
de Apolo y Marsias de José de Ribera
En España, el barroco supone el momento culmen de la actividad
pictórica, destacando sobre un magnifico plantel de pintores, la genialidad y
maestría de Diego Velázquez, Ribera, Bartolomé Esteban Murillo o Francisco de
Zurbarán. El periodo fue conocido como Siglo de Oro, como muestra de la gran
cantidad de importantes figuras que trabajaron, a pesar de la crisis económica
que sufría el país.
Los pintores españoles usan como inspiración a artistas italianos como
Caravaggio y su tenebrismo. La pintura flamenca barroca influye notablemente en
España, debido al mandato que se ejerce en la zona, y a la llegada de Rubens al
país como pintor de la corte.
Las principales escuelas del arte barroco serán las de Madrid, Sevilla y
Valencia.
La temática en España, católica y monárquica, es claramente religiosa.
La mayoría de obras fueron encargadas directamente por la iglesia. Por otra
parte, muchas pinturas tratan de reyes, nobles y sus guerras, como en el famoso
cuadro Las Lanzas, que pintó Velázquez en 1635 para el Palacio del Buen
Retiro de Madrid. La mitología y los temas clásicos también serán una constante.
Pero es la religión cristiana la que más se repite, sirva como ejemplo El
martirio de San Felipe, gran obra de José de Ribera. El realismo de las
obras se usará para transmitir al fiel la idea religiosa, por lo que el barroco
fue un arma para la iglesia.
Los colores son vivos, con efectos de múltiples focos de luz que crean
otras tantas zonas de sombras. El tenebrismo italiano se dejará sentir en todos
los pintores españoles. Las figuras no suelen posar, son captadas con un
movimiento exagerado para darle fuerza a la escena. Los cuadros al óleo son
grandes y habitualmente complejos, con varias figuras y de gestos expresivos.
Escultura
La escultura barroca se desarrolla a través de las creaciones
arquitectónicas, sobre todo en estatuas, y también en la ornamentación de
ciudades en plazas, jardines o fuentes.
En España también se manifestó en imágenes religiosas talladas en madera, en la llamada imaginería con la que se esperaba despertar la fe del pueblo.
En España también se manifestó en imágenes religiosas talladas en madera, en la llamada imaginería con la que se esperaba despertar la fe del pueblo.
Estatua en un jardín barroco
- La tendencia a la representación de la figura humanoide con una
objetividad perfecta en todos sus aspectos, tanto en los más sublimes como
los más vulgares.
- Realización de esquemas compositivos libres del geometrismo, lo que
choca con la proporción equilibrada del renacimiento. La escultura barroca
se proyecta dinámicamente hacia afuera. Esta inestabilidad se manifiesta
en la inquietud de los personajes, en las escenas y en la amplitud y
ampulosidad del ropaje.
- Representación del desnudo en su estado puro, como una acción
congelada, conseguido con el influjo de la composición asimétrica, donde
predominan las diagonales, los cuerpos sesgados y oblicuos, la técnica del
escorzo y los contornos difusos e intermitentes, que dirigen la
obra hacia el espectador con un gran expresionismo.
- Se da gran importancia al desnudo, creando grupos compositivos que
permiten la contraposición de las mujeres al incidir la luz sobre las
superficies de las esculturas..
- La diferencia con la escultura renacentista es que sus formas eran
menos geométricas.
- Se utiliza preferentemente la madera, el mármol, etc.
La temática tratada es casi exclusivamente religiosa y sólo en el ámbito
de la Corte se realiza la escultura monumental. Los temas mitológicos y
profanos están ausentes. También se realizan retablos, donde aparecen figuras
exentas y en bajorrelieve.
En la escultura del Barroco español destaca con mucho la imaginería,
siendo el material más utilizado la madera, siguiendo la tradición hispana. En
estas obras se utiliza la técnica del estofado y la policromía. Las figuras son
realizadas para iglesias, conventos y para las procesiones de Semana Santa.
Se extiende el sentido realista, las imágenes aparecen con ricas
vestiduras, cabello natural, ojos y lágrimas de cristal y otros postizos. La
finalidad de estas esculturas es provocar una profunda emoción religiosa en el
espectador.
En la escultura barroca española podemos distinguir dos escuelas
principales, la Escuela andaluza y la Escuela castellana.
En la Escuela castellana, centrada en Valladolid y Madrid, se
presenta una escultura tremendamente realista, cuyas señas de identidad son la
talla completa, el dolor y la crueldad con abundancia de sangre, profundo
dinamismo, caricaturización de los personajes malvados, intenso modelado y unos
rostros con fuerte expresividad.
Escultores de esta escuela son Francisco del Rincón (h.1567-1608), el gallego Gregorio Fernández (1576-1636), Juan de Ávila (1652-1702), su hijo Pedro de Ávila (1678 - 1747), Luis Salvador Carmona (1708-1767), todos ellos pertenecientes al ámbito vallisoletano; Juan Sánchez Barba (1602- 1673), que trabajó en Madrid; y Francisco Salzillo, hijo del napolitano Nicolás Salzillo, ambos activos en Murcia.
Escultores de esta escuela son Francisco del Rincón (h.1567-1608), el gallego Gregorio Fernández (1576-1636), Juan de Ávila (1652-1702), su hijo Pedro de Ávila (1678 - 1747), Luis Salvador Carmona (1708-1767), todos ellos pertenecientes al ámbito vallisoletano; Juan Sánchez Barba (1602- 1673), que trabajó en Madrid; y Francisco Salzillo, hijo del napolitano Nicolás Salzillo, ambos activos en Murcia.
En cambio, en la Escuela andaluza, extendida por Sevilla, Granada
y Málaga, se huye de la exageración, la idealización, predomina la serenidad y
las imágenes bellas y equilibradas con un modelado suave.
Los grandes escultores de esta escuela son Martínez Montañés (1568-1649), Alonso Cano (1601-1667), Pedro de Mena (1628-1688), Fernando Ortiz (1717-1771), José de Mora (1642-1724), Pedro Roldán, su hija Luisa Roldán (la Roldana), Juan de Mesa (1583-1627), José Risueño, Bernardo de Mora, Andrés de Carvajal y Pedro Duque y Cornejo.
Los grandes escultores de esta escuela son Martínez Montañés (1568-1649), Alonso Cano (1601-1667), Pedro de Mena (1628-1688), Fernando Ortiz (1717-1771), José de Mora (1642-1724), Pedro Roldán, su hija Luisa Roldán (la Roldana), Juan de Mesa (1583-1627), José Risueño, Bernardo de Mora, Andrés de Carvajal y Pedro Duque y Cornejo.
Escultura barroca en Italia
En Italia, la cuna del arte barroco, destaca el escultor Gian Lorenzo
Bernini, que domina con perfección la técnica que aprendió de su padre Pietro
Bernini, escultor manierista, y el estudio de los modelos clásicos y
renacentistas. Bernini eclipsó al resto de artistas y fue considerado el Miguel
Ángel del siglo XVII. Acostumbraba a representar las figuras de sus obras en el
momento de máxima tensión y a usar el desnudo en sus composiciones.
Bernini es el intérprete de la Contrarreforma católica, de la Iglesia triunfante y su glorificación. Posee fuertes influencias helenísticas. Su escultura se caracteriza por la teatralidad compositiva, que resuelve en escenas. Es un gran arquitecto, por lo que pone la escultura al servicio de la arquitectura. Busca efectos emotivos con el fin de conmover, para lo que emplea el escorzo y las posiciones violentas y desequilibradas. Tiene obras mitológicas como Apolo y Dafne, religiosas, baldaquino de San Pedro, Transverberación de santa Teresa, Santa María de la Victoria, fuentes de los Cuatro Ríos o de la Barcaza, y retratos, busto de Luis XIV y del cardenal Borghese, etc.
En Italia también trabajan Alessandro Algardi, un gran retratista de
reyes, papas, aristócratas y burgueses. Utiliza una estética más clásica. En
Nápoles trabajan Nicolás Fumo y Giuliano Finelli, autor de las estatuas de los
condes de Monterrey, en el Convento de las Agustinas de Salamanca. Y en la
Toscana Pietro Tacca, quien se va a encargar de las estatuas ecuestres de
Felipe III y Felipe IV en Madrid.
La influencia de Bernini se extiende al siglo XVIII con escultores como
Pietro Bracci: Fontana de Trevi, Triunfo de Neptuno, Fillippo della Valle:
Anunciación, Camilo Rusconi: Juan, en San Juan de Letrán, o René Michel Slodtz:
San Bruno.
Escultura barroca en Franica
El barroco francés se reconoce por su carácter cortesano, mitológico y
decorativo. Predominan los bustos, las estatuas ecuestres, las alegóricas y la
escultura funeraria. Tiene cierta tendencia al clasicismo.
Durante el reinado de Luis XIII la escultura se reduce a los retratos
casi siempre de carácter funerario. Destacan Simón Guillain y Jacques Sarrazin.
Durante el reinado de Luis XIV la escultura entra a formar parte del
arte oficial que exalta a la monarquía absoluta. Versalles será el centro del
arte en Francia. Aquí trabajarán escultores como François Girardon, que es el
escultor más significativo, ya que tiene un gusto clásico. Realiza obras como
Apolo y las Ninfas, la fuente de las pirámides o el sepulcro del cardenal
Richelieu, en el cual prescinde de toda integración con la arquitectura a favor
del efecto teatral. Pierre Puget es el más típicamente barroco, por su
dramatismo, tensión y la violencia formal de sus obras. Está claramente
influido por Bernini: Milón de Cortona, Alejandro y Diógenes, Andrómeda
liberada por Perseo. Y Antoine Coysevox que realiza numerosas estatuas para el
conjunto de Versalles y los mausoleos de Mazarino y Colbert.
Ya en el siglo XVIII destacan escultores, de gusto rococó, como François
Dumont, Edme Bouchardon o Jean-Baptiste Lemoyne.
Carvagismo
El caravagismo o caravaggismo es una corriente pictórica
dentro del barroco, que designa el estilo de los artistas que se inspiraron en
la obra de Caravaggio. Estos pintores también son conocidos como tenebristas,
por su uso de la técnica del claroscuro. En otras ocasiones, se hace referencia
a su naturalismo o realismo. Los pintores caravaggistas reproducen la figura
con gran realismo, representándola generalmente contra un fondo monocromo, e
iluminados por una luz violenta.
Se originó en Roma a principios del siglo XVII, desarrollándose,
aproximadamente, entre 1590 y 1650. Los principales pintores caravagistas
fueron Bartolomeo Manfredi, Orazio Gentileschi y Artemisia Gentileschi, Gerrit
van Honthorst, Hendrick ter Brugghen, Giovanni Serodine, Battistello Caracciolo
y José de Ribera. Otros pintores vinculados al maestro son Mario Minniti,
Giovanni Baglione, Orazio Borgianni, Carlo Saraceni, Domenico Fetti, Adam
Elsheimer.
Judith
decapitando a Holofernes, de Artemisia Gentileschi, h.
1620, Galería de los Uffizi, Florencia.
San Andrés
Apóstol, de José de Ribera, h. 1630, Óleo sobre tela, 123 × 95 cm, Museo del
Prado, Madrid.
Muchacho con
pífano, Hendrick Jansz Terbrugghen, 1623, óleo sobre lienzo, 67,6 × 55 cm,
Museo István-Dobó, Eger.
La vocación de San Mateo, Caravaggio, h. 1599-1600, iglesia de San Luis de los Franceses (Roma),
Roma.
La conversión de San Pablo, Caravaggio, 1601, capilla Cerasi, iglesia de Santa María del Popolo,
Roma.
San Jerónimo y el Ángel del
Juicio, José de Ribera, 1626, Museo de Capodimonte, Nápoles
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