Romanticismo. Siglo XIX.
El Romanticismo es un movimiento cultural y político originado en
Alemania y en el Reino Unido (Gran Bretaña e Irlanda del Norte) a finales del siglo
xviii como una reacción
revolucionaria contra el racionalismo de la Ilustración y el Clasicismo,
confiriendo prioridad a los sentimientos. Su característica fundamental es la
ruptura con la tradición clasicista basada en un conjunto de reglas
estereotipadas. La libertad auténtica es su búsqueda constante, por eso es que
su rasgo revolucionario es incuestionable. Debido a que el romanticismo es una
manera de sentir y concebir la naturaleza, la vida y al hombre mismo que se
presenta de manera distinta y particular en cada país donde se desarrolla;
incluso dentro de una misma nación se manifiestan distintas tendencias
proyectándose también en todas las artes.
Se desarrolló en la primera mitad del siglo xix, extendiéndose desde Inglaterra a Alemania hasta llegar
a otros países. Su vertiente literaria se fragmentaría posteriormente en
diversas corrientes, como el Parnasianismo, el Simbolismo, el Decadentismo o el
Prerrafaelismo, reunidas en la denominación general de Posromanticismo, del
cual derivó el llamado Modernismo hispanoamericano. Tuvo fundamentales aportes
en los campos de la literatura, la pintura y la música. Posteriormente, una de
las corrientes vanguardistas del siglo xx,
el Surrealismo, llevó al extremo los postulados románticos de la exaltación del
yo.
Viajero frente al mar de
niebla (1818), de Caspar David
Friedrich.
Saturno devorando a un hijo, una de las Pinturas
negras de Goya, realizada durante el Trienio Liberal (1820–1823), y que, a
bajo una capa mitológica, alude a la famosa frase de Vergniaud poco antes de
ser guillotinado: «La Revolución devora a sus propios hijos».
El Romanticismo es una reacción contra el espíritu racional y crítico de
la Ilustración y el Clasicismo, y favorecía, ante todo:
- La conciencia del Yo como entidad autónoma y, frente a la universalidad de la razón dieciochesca, dotada de capacidades variables e individuales como la fantasía y el sentimiento.
- La primacía del Genio creador de un Universo propio, el poeta como demiurgo.
- Valoración de lo diferente frente a lo común, lo que lleva una fuerte tendencia nacionalista.
- El liberalismo frente al despotismo ilustrado.
- La originalidad frente a la tradición clasicista y la adecuación a los cánones. Cada hombre debe mostrar lo que le hace único.
- La creatividad frente a la imitación de lo antiguo hacia los dioses de Atenas.
- La obra imperfecta, inacabada y abierta frente a la obra perfecta, concluida y cerrada.
Es propio de este movimiento un gran aprecio de lo personal, un subjetivismo
e individualismo absoluto, un culto al yo fundamental y al carácter nacional o Volksgeist,
frente a la universalidad y sociabilidad de la Ilustración en el siglo xviii; en ese sentido los héroes
románticos son, con frecuencia, prototipos de rebeldía (Don Juan, el pirata, Prometeo)
y los autores románticos quebrantan cualquier normativa o tradición cultural
que ahogue su libertad, como por ejemplo las tres unidades aristotélicas
(acción, tiempo y lugar) y la de estilo (mezclando prosa y verso y utilizando
polimetría en el teatro), o revolucionando la métrica y volviendo a rimas más
libres y populares como la asonante. Igualmente, una renovación de temas y
ambientes, y, por contraste al Siglo de las Luces (Ilustración), prefieren los
ambientes nocturnos y luctuosos, los lugares sórdidos y ruinosos
(siniestrismo); venerando y buscando tanto las historias fantásticas como la superstición.
Un aspecto del influjo del nuevo espíritu romántico y su cultivo de lo
diferencial es el auge que tomaron el estudio de la literatura popular (romances
o baladas anónimas, cuentos tradicionales, coplas, refranes) y de las
literaturas en lenguas regionales durante este periodo: la gaélica, la escocesa,
la provenzal, la bretona, la catalana, la gallega, la vasca... Este auge de lo
nacional y del nacionalismo fue una reacción a la cultura francesa del siglo xvii, de espíritu clásico y
universalista, difundida por toda Europa mediante Napoleón.
El Romanticismo también renovó y enriqueció el limitado lenguaje y
estilo del Neoclasicismo, dando entrada a lo exótico y lo extravagante,
buscando nuevas combinaciones métricas y flexibilizando las antiguas o buscando
en culturas bárbaras y exóticas o en la Edad Media, en vez de en Grecia o Roma,
su inspiración.
Frente a la afirmación de lo racional, irrumpió la exaltación de lo
instintivo y sentimental. «La belleza es verdad». También representó el deseo
de libertad del individuo, de las pasiones y de los instintos que presenta el
«yo», subjetivismo e imposición del sentimiento sobre la razón. En consonancia
con lo anterior, y frente a los neoclásicos, se produjo una mayor valoración de
todo lo relacionado con la Edad Media, frente a otras épocas históricas.
El estilo vital de los autores románticos despreciaba el materialismo
burgués y preconizaba el amor libre y el liberalismo en política, aunque hubo
también un Romanticismo reaccionario, representado por Chateaubriand, que
preconizaba la vuelta a los valores cristianos de la Edad Media. El idealismo
extremo y exagerado que se buscaba en todo el Romanticismo encontraba con
frecuencia un violento choque con la realidad miserable y materialista, lo que
causaba con frecuencia que el romántico acabara con su propia vida mediante el suicidio.
La mayoría de los románticos murieron jóvenes. Los románticos amaban la
naturaleza frente a la civilización como símbolo de todo lo verdadero y
genuino.
Goethe en la campiña romana (1786), por Johann Heinrich
Wilhelm Tischbein.
Literatura en el Romanticismo
En la prosa, incluso el género didáctico pareció renovarse con la
aparición del cuadro o artículo de costumbres. La atención al yo hace que
empiecen a ponerse de moda las autobiografías, como las Memorias de
ultratumba de François René de Chateaubriand. También surgió el género de
la novela histórica y la novela gótica o de terror, así como la leyenda, y se
prestó atención a géneros medievales como la balada y el romance. Empiezan a
escribirse novelas de aventuras y folletines o novelas por entregas.
El teatro fue el gran vehículo de comunicación de la expresión
romántica, era el género más popular y a través de él se canalizaron sus
anhelos de libertad y de sentimiento nacional.
La poesía trató de liberarse de las preceptivas neoclásicas, y prefirió
cantar los aspectos marginados de las convenciones sociales.
De forma diferente a la Ilustración dieciochesca, que había destacado en
los géneros didácticos, el Romanticismo sobresalió sobre todo en los géneros
lírico y dramático; en este se crearon géneros nuevos como el melólogo o el drama
romántico que mezcla prosa y verso y no respeta las unidades aristotélicas.
Pintura del romanticismo
Dramatismo en El naufragio
en un mar helado, pintado en 1798 por Caspar David Friedrich, expuesto en
Kunsthalle de Hamburgo.
La pintura romántica sucede a la pintura neoclásica de finales del
XVIII, con unos nuevos gustos desarrollados por todas las facetas artísticas
del Romanticismo como la literatura, la filosofía y la arquitectura. Está
hermanada con los movimientos sociales y políticos, que ganaron cuerpo con la
Revolución francesa.
El término romántico, surgido en Inglaterra en el siglo XVII para
referirse a la novela, fue adaptado a principios del siglo XIX a las artes plásticas,
en contraposición al neoclasicismo imperante. El romanticismo en la pintura se
extiende desde 1770 hasta 1870, prácticamente cien años, distinguiéndose tres
periodos:
- 1770-1820 o prerromanticismo
- El apogeo del romanticismo pictórico se da, aproximadamente, entre 1820 (hay fuentes que señalan 1815) y 1850 (o, por adoptar una fecha simbólica, 1848).
- 1850-1870 o tradición post-romántica
Cada uno de estos períodos posee sus particularidades en cuanto lugares
en que se desarrolló o artistas que lo adoptaron.
Light and Colour (Goethe's
Theory) — The Morning after the Deluge — Moses writing the Book of Genesis, de Turner.
El primer período del romanticismo (1770-1820) se desarrolla en paralelo
con el neoclasicismo (1760-1800) o más bien en oposición a esta corriente. En
efecto, allí donde el neoclasicismo propone una belleza ideal, el racionalismo,
la virtud, la línea, el culto a la Antigüedad clásica y al Mediterráneo, el
romanticismo se opone y promueve el corazón, la pasión, lo irracional, lo
imaginario, el desorden, la exaltación, el color, la pincelada y el culto a la
Edad Media y a las mitologías de la Europa del Norte.
La obra de Turner Light and Colour (Goethe's Theory) — The Morning
after the Deluge — Moses writing the Book of Genesis (Luz y Color (Teoría de
Goethe) - La mañana después del Diluvio - Moisés escribiendo el Libro del
Génesis), ejemplifica esta oposición. Esta pintura se caracteriza por un
torbellino sensual de colores y de luz en torno a un personaje o persona que no
podría identificarse sin conocer el título.
Pero el romanticismo no puede sólo definirse en términos de oposición,
pues desarrolló sus propias características; el sentimentalismo, el misticismo,
la expresión de los sueños.
Arco iris en un paisaje de
montañas, de Caspar David Friedrich,
1810, óleo sobre lienzo, 70 cm × 102 cm, Museo Folkwang; ejemplo del amor
panteísta a la tierra propio del romanticismo.
Según él, la modernidad constituye un leitmotiv. Esta forma de pensar se
encuentra asimismo en Stendhal, que considera que el neoclasicismo está
superado y que lo moderno era el romanticismo (por tanto, los sentimientos, el
color, pero también el individualismo).
Este movimiento consiste en una forma de sensibilidad que glorifica al
individuo. Delacroix dijo que el romanticismo era «la libre manifestación de
sus impresiones personales». El romanticismo defiende la superioridad del
sentimiento sobre la razón, y por ello exalta la sensibilidad, la imaginación y
las pasiones. Más que como un estilo pictórico, ha de concebirse como un
movimiento social y espiritual.
El individualismo propio de la época hizo que, por vez primera, los
pintores no trabajasen de encargo, sino conforme los dictados de su
imaginación, expresándose a través de la pintura, buscando pintar sus ideas y
sentimientos personales.
Centró su atención en el paisaje y la naturaleza, así como la figura
humana y la supremacía del orden natural por encima de la voluntad de la
Humanidad. Se sigue una filosofía panteísta (véase Spinoza y Hegel). Es una
concepción opuesta a los ideales ilustrados, pues ve el destino de la humanidad
bajo una luz más trágica o pesimista. La idea que los seres humanos no están
por encima de las fuerzas de la Naturaleza entra en contradicción con los
ideales de la Antigua Grecia y del Renacimiento, en los que la Humanidad estaba
por encima de todas las cosas y era dueña de su destino. Este pensamiento llevó
a los artistas románticos a representar lo sublime, iglesias en ruinas,
naufragios, masacres y locura.
El romanticismo tiene su origen en la filosofía del siglo XVIII, pues en
autores como Rousseau o Goethe se ve ya ese culto al sentimentalismo, el amor a
la naturaleza y el rechazo de la civilización.
El culto a la Edad Media
La imaginación de los pintores románticos se sintió atraída por la Edad
Media y las leyendas del Norte.
El romanticismo desarrolla la pasión por los temas históricos. En
particular se trata la Edad Media, más que otros períodos como la Antigüedad. A
los pintores les atraía de esta época su exotismo, por el cambio de fondo y de
accesorios, así como por ver en ella una época de piedad intensa a la que se
deseaba retornar. Las ruinas, como la Abadía en el robledal de Caspar
David Friedrich, se convierten en un tema romántico por excelencia.
La mitología nórdica sustituyó en los cuadros a los dioses grecolatinos.
Además, les atrae el exotismo, sobre todo las civilizaciones árabes,
dando lugar a una corriente pictórica particular: el orientalismo, que
recorrerá todo el siglo XIX. Muchos pintores representaron escenas árabes y
edificios islámicos. Los pintores ya no viajaban sólo a Italia, como habían
hecho hasta entonces, hasta abarcar otros lugares como Turquía, Marruecos,
Argelia o España, que se puso de moda en toda Europa como prototipo de un
exotismo cercano. En parte, el orientalismo se debió a las campañas
napoleónicas por Oriente, que permitieron descubrir un Mediterráneo de paisajes
inéditos, con civilizaciones que resultaban misteriosas, como la árabe y judía.
Esta influencia es muy evidente en pintores franceses como Delacroix o los
orientalistas.
Pero, al mismo tiempo, debido a las convulsiones históricas y sociales,
vuelven los ojos al pasado del propio país, como ocurre con el purismo nazareno
y el llamado estilo trovador.
También se recurre a temas folclóricos, costumbristas o populares.
La libertad guiando al pueblo, de Delacroix, 1830, Museo
del Louvre. Obra en la que el pintor canta a la Revolución de 1830.
En muchos cuadros del romanticismo se aprecia un interés por la
violencia, el drama, la lucha, la locura. Ocuparon un lugar preponderante en
muchos cuadros lo misterioso y lo fantástico, expresados de forma dramática.
También se representaron la melancolía extrema y la pesadilla, llegando a
combinar en ocasiones el tema de la muerte con el erotismo.
Los temas fantásticos y macabros comenzaron a aparecer en pintura a
partir de 1775, por influencia de la literatura alemana. Monstruos, brujas y
espectros poblaron los lienzos.
El romanticismo concede gran importancia a lo irracional. Autores como
Füssli, Blake o Goya, en plena época neoclásica, pintaron cuadros que rendían
culto al inconsciente, a la irracionalidad, la locura y el sueño. La locura fue
un tema que particularmente ocupó a Géricault, quien al final de su vida
realizó toda una serie de locos, por ejemplo, El cleptómano.
En cuanto al tema de la muerte combinada con el erotismo, el ejemplo más
evidente es La muerte de Sardanápalo, de Delacroix.
Ideología
En un primer momento, el romanticismo es un movimiento cultural
vinculado con la Restauración, pues se inicia como reacción conservadora al
Neoclasicismo revolucionario.
Pero después, en un segundo período, el romanticismo se hace liberal y
revolucionario. Ejemplo de ello es La libertad guiando al pueblo, de
Eugène Delacroix, protagonizado por Marianne llevando la bandera francesa. Es
una imagen de combate dentro de una «nube luminosa». Delacroix asume la causa
de la libertad: se pinta en la tela (inclusión del artista entre los
movimientos sociales y políticos).
Naturaleza
Eugène Delacroix: Esquisse
pour la chasse aux lions (1854), ejemplo de pintura neobarroca que recuerda
a cuadros de caza de Rubens.
La pintura romántica apela al subjetivismo y la originalidad. Se inspira
en escenas violentas como en La carga de los Mamelucos de Goya, tiene un
gusto por el dramatismo, que utiliza para remover el sentimiento del público.
En cuanto la expresión, utiliza con frecuencia fuertes contrastes de luz
y sombra (claroscuro). El colorido es característico del romanticismo, pues
prevalece sobre el dibujo, que asume un papel secundario. La pincelada se hizo
visible, impetuosa. El empaste es en general grumoso y espeso, de manera que la
pintura adquirió una naturaleza táctil que reforzaba su carácter de creación
impulsiva y espontánea. A veces el acabado del cuadro tiene un aspecto de
esbozo.
En cierto sentido, al hablar del romanticismo se puede hablar de un
neo-barroco, por el movimiento, la tensión, el empuje, los contrastes y los
colores de estos cuadros. Son, en general, pintores barrocos los que influyen a
los pintores románticos: la huella de Caravaggio es evidente en Géricault,
mientras que Rubens influye en Gros y en Delacroix. Ello no elimina que en
casos concretos otros sean los pintores que influyeron: así los nazarenos
pretenden acercarse a los primitivos italianos como Fra Angélico, Gérard a
Leonardo y, finalmente, Prud'hon se ve influido por el manierista Correggio.
La Muerte de Sardanápalo, de Delacroix, h. 1827, Museo
del Louvre. Cuadro que ejemplifica el gusto romántico por lo exótico, la unión
de erotismo y muerte y la influencia de autores barrocos como Rubens; logra una
escena tumultuosa en la que domina el color sobre el dibujo
Los temas que preferían los románticos se evidencian en los géneros que
cultivaron. Así, el tema de la naturaleza hizo que los paisajes se convirtieran
en un género mayor, cuando hasta entonces era considerado menor o mero fondo
decorativo para las composiciones de figuras. No se trataba de descripciones
topográficas, sino de expresar emociones humanas a través del paisaje. Es en
Gran Bretaña donde el paisaje experimentó el cambio radical. También alcanzó
cierto desarrollo la pintura animalista, esto es, la que representaba
animales, tanto salvajes como domésticos, si bien con tendencia a mostrarlos
fieros, por lo que se pintaron numerosos cuadros reflejando actividades como la
caza, y animales como el león o el caballo, siendo este último el animal
fetiche de Géricault. Otro género que cobró importancia fue la pintura
costumbrista, que reflejaba los tipos y personajes populares.
El tratamiento de las figuras procura ser realista. Así, cuidan de que
la ropa de los personajes se corresponda con la época histórica que pretenden
representar o con el lugar en que tiene lugar la escena (por ejemplo, Oriente
en los cuadros orientalistas). Si el cuadro lo requiere, no evitan pintar
personas heridas, deformes o muertas, llegando a recurrir al depósito de
cadáveres para poder conocer y reflejar más verosímilmente a los muertos; así
lo hizo Géricault cuando pintó La balsa de la Medusa.
Las técnicas usadas variaron. Predominó la pintura al óleo sobre lienzo,
de variados tamaños, inclinándose los franceses, en general por los de grandes
dimensiones. Pero también se utilizó la acuarela, técnica preferida por muchos
pintores ingleses, y que era especialmente útil para aquellos pintores que
viajaban. El dibujo experimentó cierto auge, debido a la facilidad con que
expresaba el mundo interior del artista. La pintura al fresco intentó ser
recuperada por los nazarenos.
Muchos dibujos y pinturas alcanzaron una gran difusión gracias a medios
de reproducción como la litografía, la aparición de prensas metálicas y el
renacimiento del grabado en madera. En el aguafuerte destacó la figura de Goya.
Gracias a estos medios, a través de periódicos y revistas, se popularizaron
numerosas imágenes, al alcance de todo el público.
Nachtmahr (Pesadilla
nocturna), obra de Füssli, 1802, Freies
Deutsches Hochstift, Goethemuseum, Fráncfort del Meno.
En su origen, el romanticismo es una corriente literaria cuyas obras
influyeron en los pintores, que contribuyeron a extender esta corriente a otras
artes.
En Inglaterra, esta influencia procede sobre todo de una obra de James
Macpherson, Poemas de Ossian (1760). Esta obra entusiasmó a toda Europa
y, en particular, a Goethe, Napoleón, e Ingres. El ossianismo inspiró
composiciones irracionales e imaginarias, bañadas por una luz difusa, con
contornos desdibujados y figuras en forma de racimo.
Los pintores y dibujantes ingleses de la primera época se caracterizaron
por una búsqueda en lo inconsciente y lo irracional.
Los pintores ingleses más conocidos de esta época son Johann Heinrich
Füssli, William Blake y Thomas Girtin, destacando este último por su
contribución a la revalorización de la acuarela.
J. H. Füssli (1741-1825) abandonó sus estudios religiosos para dedicarse
a la pintura. Le interesa el neoclasicismo, pero le influye el romanticismo.
Pinta visiones híbridas y lascivas, producto de su imaginación delirante, en
las que predominan los gestos arrebatados y las distorsiones ópticas. Una de
sus obras más representativas es La pesadilla.
Al estilo de Füssli recuerda la obra de William Blake (1757-1827), poeta
y grabador. Es una pintura de gran aliento que está influida por el manierismo,
Miguel Ángel y el arte gótico. Sus temas son literarios: la Biblia, las obras
de Shakespeare, la Divina comedia y sus propios poemas. Se le considera
predecesor del surrealismo.
Caspar David Friedrich: El
caminante sobre el mar de nubes
Alemania sufre la influencia del movimiento literario «Sturm und Drang»
(Tormenta e ímpetu), que defiende la sensibilidad individual sobre las ideas
del Siglo de las luces.
Los pintores alemanes importantes de esta época son Philipp Otto Runge,
Caspar David Friedrich y Karl Friedrich Schinkel.
Un grupo de artistas va igualmente a desarrollarse, con el nombre de los
nazarenos.
Philipp Otto Runge (1777-1810) es considerado el renovador del arte de
inspiración cristiana y precursor del movimiento nazareno. Escribió una obra
sobre la metafísica de la luz y el simbolismo de los colores. Destaca por su
obra La gran mañana.
Caspar David Friedrich (1774-1840) fue un pintor de carácter
atormentado, y es considerado el representante más genuino y singular del
romanticismo alemán. Cultiva principalmente el paisaje, con ruinas góticas,
noches, cementerios, árboles nudosos y espacios helados que transmiten una
sensación de melancolía y angustia.
Bonaparte visitando a los
apestados de Jaffa,
Antoine-Jean Gros, 1804, óleo sobre lienzo, 73 × 59 cm, Museo del Louvre; la
exaltación del Emperador se realiza en un entorno exótico orientalizante,
típico del romanticismo.
Alemania e Inglaterra ocuparon el primer plano de la escena
internacional de la época en materia de romanticismo. Pero no fueron los únicos
que desarrollaron este arte de sentimientos turbulentos. Francia no quedó
quieta, y se inspiró en la obra de autores como Rousseau (que dijo que su
corazón y su espíritu no pertenecían más al mismo individuo), Madame de Staël
(se interesó por las almas exaltadas y melancólicas) y Chateaubriand.
Los primeros brotes del romanticismo pictórico se deben a alumnos del
neoclásico Jacques Louis David: Anne-Louis Girodet de Roussy-Trioson
(1767-1824) fue premio de Roma en 1789. Su obra El sueño de Endimión
(1792) tiene rasgos románticos en el cuerpo del joven a la luz de la luna.
Trató temas osiánicos. Su obra más célebre es Los funerales de Atala
(1808), con un dibujo neoclásico pero con rasgos románticos en el juego de
luces, el tema modelo, la manera composición y la presencia de la cruz.
A Antoine-Jean Gros (1771-1835), a caballo entre el neoclasicismo y el
romanticismo, se le considera el padre del romanticismo francés. Fue protegido
de la emperatriz Josefina y acompañó a Napoleón en su campaña italiana. Canta
la epopeya napoleónica, pero de una manera diferente a la de su maestro,
confiriendo una dimensión dramática a sus lienzos de gran tamaño.
Sin duda, su cuadro más famoso es Bonaparte visitando a los apestados
de Jaffa (1804, Museo del Louvre), obra clave del romanticismo al
transmitir un clima de emoción heroica y una técnica más libre. Contrastan en
este cuadro el ambiente del lazareto, oriental, exótico y sórdido, con el héroe
frío y arrogante que toca sin ningún temor la llaga de un enfermo de peste.
François Gérard (1770-1837) adoptó un estilo híbrido entre el
neoclasicismo y el romanticismo. Sus figuras presentan un modelado liso, pero
se encuentran inmersas en unas atmósferas irreales; presenta el patetismo
sentimental de la nueva época. Destacó en el retrato (Madame de Staël, Madame
Récamier). Una de sus obras más características es la Apoteosis de los
héroes franceses muertos por la patria durante la guerra de la Libertad
(1802, Museo Nacional del Castillo de Malmaison, Francia).
Al igual que los anteriores, Pierre Narcisse Guérin fue neoclásico en su
juventud y romántico en su madurez.
Goya(Autoria en disputa), El
Coloso, 1812, óleo sobre lienzo, 116 x 105 cm, Museo del Prado, Madrid.
Ya en esta época trabajaba en España uno de los grandes nombres del
romanticismo: Francisco de Goya (1746-1828), quien a partir de 1790 y, sobre
todo, durante la guerra de la independencia se consagró a temas dramáticos,
mezclando lo fantástico y lo real. La paleta clara de su primera época se
oscureció, apareciendo en ocasiones, destellos de luz.
Es uno de los pintores más potentes y visionarios, uno de los románticos
más geniales. Cuando representó los acontecimientos de la época, como la guerra
de independencia, lo hizo creando una atmósfera de pesadilla, mezclando lo
fantástico y lo real. Son obras típicamente románticas, dentro de la producción
de Goya, La carga de los mamelucos y Los fusilamientos del 3 de mayo (1814,
Museo del Prado).
Goya fue igualmente grabador, con diferentes técnicas: técnica al buril,
que da un trazo preciso muy cercano al neoclasicismo; y al aguafuerte que es
una técnica más flexible. Jonathan Ziploc fue el mayor exponente de Portugal.
Retrato de Josefina, por Pierre-Paul Prud'hon,
1805, óleo sobre lienzo, 244 × 179 cm, Museo del Louvre, retrato cortesano
ambientado en plena naturaleza para dotarlo de mayor naturalidad.
Pierre-Paul Prud'hon (1758-1823) es cronológicamente el primero de los
tres grandes nombres de la pintura romántica francesa. Una cierta melancolía
envuelve sus paisajes, como puede verse en su Retrato de Josefina.
En Francia los románticos más representativos Delacroix y Géricault.
Eugène Delacroix (1798-1863) fue un pintor apasionado que adoptó un
estilo resuelto y vigoroso. Trató con libertad el color, la pasta y la textura
superficial del lienzo. Son obras típicamente románticas La muerte de
Sardanápalo (1827) y La Libertad guiando al pueblo (1831), ambas en
el Museo del Louvre.
La balsa de la Medusa, de Théodore Géricault, 1819,
óleo sobre tela, 491 x 716 cm, Museo del Louvre, obra emblemática del
romanticismo francés, en la que se expresa de forma vehemente un tema
contemporáneo; resalta el claroscuro típicamente caravagista que dota a la
escena de mayor dramatismo.
Théodore Géricault tiene un estilo recargado, de empaste grueso, muy
influido por la obra de Rubens. Su obra más conocida es La balsa de la
Medusa, que pintó con sólo 28 años. Trata una tragedia contemporánea del
autor con un estilo en el que destaca el claroscuro, la composición en diagonal
y el realismo con el que pintó a los muertos y agonizantes de la balsa.
Paul Delaroche (1797-1856) y Horace Vernet (1789-1863) representan la
corriente ecléctica o pompier, en la que la sensibilidad romántica se
expresa a través de un estilo académico.
Más convencional es Eugène Devéria (1805-1865), pintor de vivas
tonalidades
Aunque Jean Auguste Dominique Ingres es considerado heredero del
neoclasicista Jacques Louis David, gran parte de su obra contiene ya la
sensualidad del romanticismo, aunque nada de su espontaneidad. Por lo tanto, se
considera que Ingres, con sus grandes composiciones, sus retratos y sus
desnudos exóticos y orientales, es una figura intermedia, entre el
neoclasicismo y el romanticismo. En obras como El sueño de Ossian (1812,
Museo de Montauban) los ecos románticos son evidentes.
Su discípulo, el criollo Théodore Chassériau (1819-1856), presenta
igualmente la dualidad entre el clasicismo y el romanticismo. Creó un tipo
femenino nuevo, estilizado, de refinada sensualidad (Venus Anadiomena,
Susana en el baño)
El sueño de Osián, 1812, Museo de Montauban, obra del neoclasicista
Ingres con ecos románticos.
Delacroix: La matanza de Quíos, 1822,
óleo sobre lienzo, 419 x 354 cm, M. Louvre
Chassériau: Esther preparándose para aparecer
ante el rey Asuero, 1841, óleo sobre lienzo, 45,5 x 35,5 cm, M. Louvre
Dedham Mill, Essex, obra de John Constable, 1820,
óleo sobre lienzo, 53,7 × 76,2 cm, Museo Victoria y Alberto, Londres; ejemplifica
la manera en que los reflejos y los cambios atmosféricos cobran importancia en
la pintura.
Lluvia, vapor y velocidad, obra de William Turner, 1844,
óleo sobre lienzo; testimonia el impacto de nuevos temas modernos, como el
ferrocarril, en la pintura; al tiempo, es un cuadro representativo de la
tendencia a expresar las emociones del pintor, más que la realidad observada;
en este caso, lo logra sobre todo a través de los empastes de la pintura.
La pintura romántica de este período en Inglaterra se caracteriza por su
descubrimiento de la naturaleza, con sus paisajes, la luz y los colores. Se
refleja un paisaje que progresivamente está viéndose afectado por la Revolución
industrial. Los pintores ingleses más representativos del romanticismo son John
Constable (1776-1837) y J. M. W. Turner (1775-1851). El primero de ellos se
preocupó por el estudio de la luz, captada en sus paisajes pintados al natural,
principalmente vistas de Suffolk y estudios de nubes. Tiene un estilo muy libre
que influyó en los pintores románticos franceses.
Por su parte, Joseph Mallord William Turner dotó a sus obras de una
dimensión onírica, recurriendo a composiciones en espiral y elaborados
empastes, prevaleciendo de manera absoluta el color sobre el dibujo. Obra
característica es El barco de esclavos (Traficantes de esclavos arrojan a
los muertos y a los agonizantes por la borda - el tifón se aproxima), 1840,
Museo de Bellas Artes de Boston, así como su obra más conocida, Lluvia,
vapor y velocidad, 1844, National Gallery de Londres.
Thomas Cole, Acueducto
junto a Roma, 1832.
En los Estados Unidos, la tradición romántica del arte de paisajes fue
conocida con el nombre de Escuela del río Hudson (Hudson River School).
Pintores importantes de esa escuela fueron:
- Thomas
Cole
- Frederick
Church
- Albert
Bierstadt
- Thomas
Moran
- John
Frederick Kensett
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